Era un hombre tan desagradable que se puso a orinar en la plaza. Pero no conforme, el borracho también se la meneaba mientas lo hacía, dando vueltas como marcando el territorio. A la señora que pasaba no le dio tiempo a cruzar de acera y se le escapó un: -¡Gamberro, borracho, que asco! -Pase pase señora, no se preocupe que la cobra no muerde, la tengo agarrada por el pescuezo.