Es el cumpleaños de Ricardito. Hay tarta con velitas, vienen sus amiguitos con regalos… En otra habitación están los padres teniendo una conversación:
–Manolo, Ricardito ya cumple los dieciocho años. Creo que ya es hora de que le expliques todo lo que tiene que saber sobre sexo. Pero, por Dios, hazlo con mucha delicadeza, que ya sabes lo sensible que es el niño.
–No te preocupes, Amparo. Empezará hablándole de los pájaros, de que son animales ovíparos porque tienen huevos…
–¡Nooo, Manolo, por Dios! Eso es muy fuerte para él. ¿Qué quieres? ¿Traumatizarlo? Tiene que ser algo más sutil, más suave…
–Esto… bueno, pues puedo hablarle de las flores del campo, el polen, los estambres, los pistilos…
–Hmm… Sí, eso ya me gusta más. Con eso será suficiente.
Después de la fiesta, el padre llama al chaval:
–Oye, Ricardito, ¿te acuerdas de lo que hicimos con aquellas chicas de Valladolid?
–Sí, papá.
–¡Pues eso mismo es lo que hacen las plantas, hijo mío!